Siempre he tenido una fijación por las revistas impresas, sobre todo aquellas que hablan de música y en menor medida de cine. Crecí (como muchos contemporáneos) leyendo La Mosca en la Pared y una que otra vez, cuando el bolsillo lo permitía, una Rolling Stone (aunque la edición mexicana es más bien chafa).
Creo que las revistas musicales son uno de los últimos bastiones de los medios tradicionales, de una forma de hacer periodismo que los medios digitales y el internet casi han dejado enterrada.
Quizá por eso es me gusta tanto Almost Famous (Casi Famosos), aquella película del 2000 donde Cameron Crowe relata la historia de William Miller, un aspirante a periodista musical que encuentra en la banda ficticia Still Water un instrumento para escribir en Rolling Stone (la chida).
Nunca me ha gustado el cine de Crowe, el arquetipo de sus héroes (hombres inocentes, apasionados y algo tetos), siempre me dieron roña, sin embargo, Almost Famous retrata de forma idílica la labor de escribir, de escuchar y de sentir la música. Almost Famous pertenece al género de películas: “personas que hacen lo que sea por su pasión” que tanto me gusta.
Crowe se rodeó de un elenco de ensueño para rodar Casi Famosos, basta con recordar a las increíbles groupies que encarnaron Anna Paquin y Fairuza Balk, la gigantezca madre sobreprotectora que encarnó Frances McDormand o el cínico periodista musical a manos de Philip Seymor Hoffman (hasta la fecha, uno de mis modelos a seguir en la vida).
La ambientación (primorosa) de los años setenta es perfecta en su inocencia, en su rebeldía, en su hartazgo y hasta en su paleta de colores. Sonaré cursi, pero casi se puede palpar el olor a imprenta, se puede sentir la esencia de narradores como Hunter S. Thompson o Lester Bangs.
La música del Velvet Underground, Joni Mitchell, Black Sabbath o de bandas que merecían más como Humble Pie, son el aderezo perfecto para crear una ambientación ideal de aquel momento específico de la historia de Estados Unidos: una era donde la muerte del peace and love, el punk y el rock duro convergían en un solo lugar.
Con Almost Famous, Cameron Crowe creó un cuento de hadas para los nostálgicos, para los periodistas, para los melómanos y para aquellos que tenemos a la escritura como una forma de ganarnos el pan de cada día.
En este 2020 se cumplen 20 añotes de su estreno y aunque no he visto la película en un largo tiempo, sospecho que conserva esa cualidad de dejarte una sonrisa sostenida en los labios por largo tiempo.
Es un buen momento para revivir las aventuras de William, para sufrir con Penny Lane y para odiar al maldito Russell. Este castrante 2020 es el año perfecto para escapar por 2 horas y disfrutar el ñoño encanto de Almost Famous.